La noche blanca
El viento seco sopla
inmisericorde contra las paredes de metal de la susodicha ciudad conllevando a
que la corrosión que se evidencia por el tono rojo y anaranjado pálidos que
salpican los rincones húmedos y fétidos que componen esta caja enorme de
sobrepoblada extensión, que los lugareños llaman hogar. Cuando la noche cae en
estos lejanos paramos las familias corren a resguardarse del incesante frio que
hace rechinar el inerte metal del edificio, las puertas con un mecánico sonido
se cierran herméticamente para no dejar entrar la pestilente miasma que en las
noches se acentúa en la superficie estéril de este longevo y golpeado mundo.
En la silenciosa
protección de las paredes de metal, las leyendas y recuerdos de tiempos
perdidos saltan de boca en boca de los ancianos, para ser trasmitida ante los
curiosos y atentos oídos de los más pequeños, que con ilusión en sus soñadores
ojos se puede mirar un pequeño recuerdo de lo que fue y que por egoísmo sus
antepasados dejaron perder.
Un conocido
cuento toma protagonismo es están particulares fechas, donde su protagonista
cambia y se adapta a favor de aquel que lo cuenta, pero aun así manteniendo el centro
de aquel longevo relato en el viejo y desgastado árbol que en el centro de la
plaza popular se posa aun firme en sus golpeadas raíces. los niños embelesados
por la historia ponen a trabajar su infinita imaginación moldeando el relato
con su onírica e inocente perspectiva.
Uno de estos
imaginativos oyentes, una pequeña y pecosa niña se aventura motivada por la fantasía
soñadora que de la boca de su anciana y enferma abuela escucho. como una
solitaria comadreja se adentra en los rincones frió y oscuros de la fortaleza
de metal, con su desgastada mochila a la espalda sube por las escaleras, se esconde
en los rincones de los Merodeadores y en las tubería y alcantarillas de sus
negros sabuesos acompañantes. Inteligente y sagas la niña mueve sus pequeñas
piernas a través del corroído metal, de las rechinantes escaleras que se elevan
de manera circular hasta la cima de la fortaleza. su pequeño cuerpo paso a paso
siente como el oxigeno deja de ser suficiente para tal desgaste, pero aun así,
con su rostro cansado, su mirada un en la cima se mantiene firme, será por el
encanto de ver aquello que en el cuento de su abuela escucho, o por algo mas
allá… tal ves una promesa, tal vez la inocencia mas dulce motivo a tal puro ser,
a arriesgarse para poder cumplir un lejano recuerdo de una vieja y decadente
mente.
La niña ya
cansada inhala y exhala con tanto furor como sus pequeños pulmones se pueden
permitir, preocupada y algo asustada la niña recuerda las palabras de su padre,
intenta clamarse y respirar profundo, se recuesta de la fría pared y toma de su
espalda a la desgastada mochila en forma de oso, la cual con habilidad abre y
de la cual saca una pequeña y rudimentaria mascara antigases con un tubo que va
a su mochila y el cual se conecta a una pequeña bombona de oxígeno de color
amarillo. La niña se pone la máscara y abre la manilla de la pequeña bombona, y
poco a poco comienza sentir como su cuerpo se relaja ante la presencia del puro
oxígeno. Después de haberse tomado u merecido descanso y con su pequeña mascara
puesta mira a la cima que cada vez esta mas cerca, así que con ilusión pone
marcha de nuevo pero de la nada una gruesa y profunda voz resuena, la pequeña
se sorprende y con miedo mira la proveniencia de la voz, y allí entre la
oscuridad un hombre con ropajes negros, una máscara antigases amenazante y un
enorme sabueso la miran con sorpresa, la niña al instante se percata que es un Merodeador,
con desilusión la pequeña niña rompe en llanto al darse cuenta que su camino ha
terminado, gimotea al verse incapaz de
cumplir la promesa que le hizo a su anciana abuela, pero en la desilusión una
pequeño gesto de cariño sorprende a la llorosa niña. el enorme Merodeador se
acerco a ella y con una suave voz le cuestiono a la niña del por que su llanto,
la niña entre gimoteos le explicó al hombre que quería ir al ultimo piso para
poder tomar algo de la llamada “arena blanca” que se posa en esta época en la azotea
de la fortaleza, pero que ahora él la tendrá que regresar con sus padres a los
pisos inferiores y la promesa con su abuela no podrá ser cumplida.
El hombre con voz
amigable le dice que por cuestiones que aún no puede entender debido a su corta
edad, no pueden subir hasta la azotea. la niña al escuchar tal negativa llora
aun más fuerte, pero el hombre con calma le vuelve hablar y con apacibilidad le
dice que tiene que dejar de llorar y escucharle, ya que tiene una mejor idea,
la niña con interés le escucha; poco a poco sus llorosos ojos comienzan a
vislumbrar algo de esperanza, la niña con alegría por las palabras del hombre
le toma la mano y con calma bajan hacia los pisos inferiores.
por el camino se encontraron
a diversas personas que en la noche deambulaban y otros Merodeadores que con
sorpresa y nerviosismo los saludaban, la niña no entendía el por qué la
reacción de las personas… pero tampoco le prestaba atención, con rapidez
llegaron a los pisos inferiores donde encontraron al nervioso padre de la niña
que con ansias la buscaba, al verla el hombre la abrazo con tanto cariño que
solo un padre desesperado podría trasmitir, el hombre agradecido se dispuso a agradecerle
al hombre que había traído de vuelta a su pequeña, al verle el hombre se ahogo
con sus palabras, entre tartamudeos logró articular palabra y con incredulidad
grito.
-Merodeador Alfa!
-.
La niña al
escuchar aquellas palabras recordó a quien se referían con aquel nombre, era
nada mas ni nada menos, que el jefe de la sombría fortaleza, aquel que con mano
de hierro vigila el orden dentro la sobrepoblada estructura. El merodeador alfa
al ver la sorpresa del hombre explica la situación, y pidiéndoles con educación
a los presentes que escuchen su petición; con desconcierto y algo de aversión
los presentes escucharon incrédulos, paro al ser su palabra ley dentro de estas
paredes, los presentes asintieron aceptando tal petición.
Con rapidez la
orden fue trasmitida, con el bullicio generado las diferentes familias se fueron despertando con curiosidad de sus
cubículos, poco a poco a las personas se comenzaron a aglutinar alrededor del
viejo árbol que casado posaba, de la multitud el Merodeador Alfa salió justo a
la pequeña y pecosa niña mientras ambos ayudaban a una anciana mujer, con
lentitud ante los ojos de los presente caminaron hasta los dominós del viejo
árbol, del cual guindaron una pequeña y brillante esfera roja. ante la acción
de los tres individuos las demás personas hicieron lo mismo, guindaban prendas
viejas, utensilios gastados, juguetes rotos, pero un y con toda esa amalgama de
objetos de diferente índole, el árbol que hasta hace poco lucia sombrío y tétrico
ahora relucía hermoso bajo la luz de la luna.
Ante un
portentoso grito del Merodeador Alfa que marcaba el accionar ante su orden,
todos los presentes se pusieron sus máscaras, niños, adultos, ancianos y hasta
los animales. Con otro portentoso grito una siguiente orden fue dicha, el cual
fue trasmitida de piso en piso a través de gritos y el cual el último grito
resonó en el último piso diciendo;
-Abran las escotillas!!-.
Lento y pomposo
poco a poco lo que la niña conocía como arena blanca fue cayendo ante sus ojos,
con alegría la niña gritaba y celebraba, le mostraba a su abuela aquella arena
blanca que en tanta historia había escuchado, la abuela con ternura miro a la
pequeña y con suavidad le dijo.
-no cariño, no es
arena, se llama nieve o es lo que nos dejaron-.
Ante los ojos de los presentes los miles de copos de
nieve fueron volatilizándose ante la apacible luz lunar, las monótonas noches
que marcaron los corazones de los presentes por décadas se trasformaron en ese
instante en una brillante, una blanca y pura que con esplendor le daba vida al
maltratado árbol, y que esperanza le daba a los solitarios corazones, es así
como la navidad se vivió ciento cincuenta años en el futuro y la noche blanca
fue llamada.